El jurado del IV Concurso Internacional de Microrrelatos San Silvestre Salmantina, reunido el día 10 de noviembre de 2016 en Salamanca (España), tras las oportunas deliberaciones y votaciones previas, acordó conceder el segundo premio de esta edición a la
obra Olvidé comprar calabacines, de Jack Babiloni, entre 170 relatos presentados. El
jurado valoró positivamente la continuidad del certamen en el que cada
año se dan cita destacados microrrelatistas del panorama literario.
(Acta del jurado, aquí).
Hasta la fecha (noviembre de 2016) a Jack Babiloni le han sido otorgados 45 premios, distinciones y galardones en Europa, Asia y América (ora por su obra plástica, ora por su obra literaria, ora por ambas).
Este es el relato premiado:
Olvidé comprar calabacines
Primera zancada. Pienso en la condena de recordar hasta lo ínfimo. Kilómetro uno. Olvidé comprar calabacines. Kilómetro dos. Bob Dylan no contesta. Kilómetro tres. Medio corazón del país anda encogido por que Chenoa y Bisbal canten juntos, quince años después. Kilómetro cuatro. Todos los humanos atacados por tiburones coinciden siempre en afirmar que el mordisco nunca es doloroso. Kilómetro cinco. Bebe, bebe; atento a los electrolitos. Kilómetro seis. El canto del pato no tiene eco. Kilómetro siete. ¿Cuánto me quedará de pensión? Kilómetro ocho. Me digo: Vigila la diaforesis. Kilómetro nueve. Messi se tiñó de rubio platino. Cruzo la meta. Recojo la presea. Sonrío a los fotógrafos. Bajo del pódium. Sigo corriendo hasta el geriátrico. Mamá me espera sentada bajo aquel precioso plátano de sombra. “Bonita medalla, joven. ¿Me dejará desenvolverla? ¿Compartimos a medias su chocolatina?” Vuelvo al kilómetro cero. Pienso en la condena de no recordar.
(Acta del jurado, aquí).
Hasta la fecha (noviembre de 2016) a Jack Babiloni le han sido otorgados 45 premios, distinciones y galardones en Europa, Asia y América (ora por su obra plástica, ora por su obra literaria, ora por ambas).
Este es el relato premiado:
Olvidé comprar calabacines
Primera zancada. Pienso en la condena de recordar hasta lo ínfimo. Kilómetro uno. Olvidé comprar calabacines. Kilómetro dos. Bob Dylan no contesta. Kilómetro tres. Medio corazón del país anda encogido por que Chenoa y Bisbal canten juntos, quince años después. Kilómetro cuatro. Todos los humanos atacados por tiburones coinciden siempre en afirmar que el mordisco nunca es doloroso. Kilómetro cinco. Bebe, bebe; atento a los electrolitos. Kilómetro seis. El canto del pato no tiene eco. Kilómetro siete. ¿Cuánto me quedará de pensión? Kilómetro ocho. Me digo: Vigila la diaforesis. Kilómetro nueve. Messi se tiñó de rubio platino. Cruzo la meta. Recojo la presea. Sonrío a los fotógrafos. Bajo del pódium. Sigo corriendo hasta el geriátrico. Mamá me espera sentada bajo aquel precioso plátano de sombra. “Bonita medalla, joven. ¿Me dejará desenvolverla? ¿Compartimos a medias su chocolatina?” Vuelvo al kilómetro cero. Pienso en la condena de no recordar.